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EL HOMBRE QUE IBA A SALITRAL - cuento
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Autor:  waman [ 24 Nov 2016, 21:35 ]
Asunto:  EL HOMBRE QUE IBA A SALITRAL - cuento

EL HOMBRE QUE IBA A SALITRAL.
El atronador aullido del escape tapaba los ruidos y tintineos del desvencijado C70, que, sin carga, saltaba enloquecido en la ‘calamina’ de aquella perdida ruta jujeña. El viento soplaba en contra, lo que refrescaba el motor y mantenía detrás el tremendo polvaredal que se levantaba. Si hubiese soplado al revés, hubiera sido un infierno doble.
A pesar de los saltos, el conductor mantenía el acelerador a fondo: si lograba hacer dos viajes en lo que quedaba de esa semana, podía juntar la guita suficiente para irse a Villazón y comprar la bicicleta que tanto quería su hijo.
A lo lejos, un punto al costado de la ruta empezó a agrandarse hasta que se convirtió en un hombre que caminaba bajo el implacable sol de la Puna.
A pesar de la urgencia, la compasión pudo más y se detuvo junto al caminante.
- ¡Buen día! ¿Quiere que lo acerque un poco?
Un rostro curtido por el sol y arrugado por los años se volvió hacia la cabina, comenzando a hacer un gesto negativo, que se detuvo cuando los ojos del viejo se clavaron en los del chofer. Después de estudiarlo un par de segundos aceptó la oferta y, con agilidad impropia para alguien de su edad, subió al pescante y luego a la cabina.
- Buen día. Voy para Salitral.
- Yo a Mina La Esperanza: puedo dejarlo en el cruce.
El camión fue tomando velocidad de a poco.
- Así que va hasta Salitral… Le quedaba un buen trecho ¿no?
Silencio.
- Para colmo con este calor…
Ante la falta de respuesta, apartó la vista del camino y se volvió hacia su acompañante, que estaba con la mirada perdida en algún punto del horizonte puneño.
(Este veterano me parece que está medio loco: ¿para qué mierda lo habré levantado?)
- Calor ¿no?... digo…
Durante diez interminables minutos lo único que se escuchó en la cabina era el escape, que fue tapado por un grito del viejo:
- ¡Pará, pará¡ ¡Pará ya! ¡¡¡PARÁ YA, TE DIGO, CARAJO!!!
Mientras el camión frenaba con un entrechocar de fierros, las dos miradas se encontraron: una asombrada; la otra casi llameante, con un brillo inhumano…
- Tenés un hijo… se llama Alexis, tiene nueve años y juega de arquero… Quiere una bicicleta como premio por salir abanderado…
El chofer no pudo reaccionar.
- Está enfermo, muy enfermo, pero no puede morir: la Pacha lo necesita para hacer cosas importantes. Tenés que ir ya, pero ¡YA! Encuentres lo que encuentres en tu casa no hagas caso: le ponés esta piedra en el pecho y le decís que yo quiero que se cure. ¡Andá ya, ahora!
Nunca supo cómo, pero bajó y desenganchó el semi. Subió de nuevo a la cabina y comenzó a girar en U, sin darse cuenta que su acompañante había emprendido otra vez el camino. Aliviado de peso, el baqueteado Chevrolet pegó un salto hacia adelante y comenzó a correr a los bandazos, como un monstruo desbocado.
A partir de allí entró en un tiempo sin tiempo, una sucesión de flashes, de volantazos, patadas al embrague y doble pisadas de freno. Para cortar camino, tomó por la Cuesta de Rachaite, donde casi se desbarranca dos veces; pero nada importaba en esos momentos: tenía que llegar, porque algo en su interior le gritaba que el viejo tenía razón, que no estaba loco, que la vida de su hijo dependía de la piedra negra que apretaba en una de sus manos.
Después, sólo recordaría instantes aislados: pasar por Rachaite sin bajar la velocidad, tocando bocina para que nadie se cruce; atravesar vados en medio de una cortina de agua; tomar curvas casi en dos ruedas; encarar una Hilux de turistas que venía de frente por el medio del camino; asustar los flamencos de la Laguna de los Enamorados hasta, finalmente, llegar a las primeras calles de Abra Pampa y tomar por la Avenida de Circunvalación.
Al girar en la esquina, vio la ambulancia y la gente que se amontonaba frente a su casa. Puso punto muerto y saltó del camión, que paró contra uno de los olmos siberianos que adornaban la calle. Comenzó a correr.
Los vecinos le hicieron paso. Apartó de un empujón a su esposa que se arrojaba en sus brazos y de otro a los médicos que estaban en el comedor. En ese momento el tiempo sin tiempo cambió y entró en una espiral interminable: se sintió inmerso en la cámara lenta de una película de horror, entró al dormitorio y vio el cuerpo de su hijo cubierto por una sábana; en cámara lenta la retiró de un manotón y subió la remera de River; en cámara lenta puso la piedra en el pecho del niño… recién ahí se dio cuenta que no conocía el nombre del viejo.
- El hombre que iba a Salitral quiere que te cures –inventó en su desesperación- El hombre que iba a Salitral quiere que te cures… El hombre que iba a Salitral quiere que te cures… - El hombre que iba a Salitral quiere que te cures…
Comenzó a sentir un calor cada vez más intenso en la mano que sostenía la piedra.
- El hombre que iba a Salitral quiere que te cures… El hombre que iba a Salitral quiere que te cures…
Con la mano libre apartó a los que querían separarlo del niño, mientras en la otra, el calor se había convertido en una hoguera.
- El hombre que iba a Salitral quiere que te cures… EL HOMBRE QUE IBA A SALITRAL QUIERE QUE TE CURES… ¡¡¡EL HOMBRE QUE IBA A SALITRAL QUIERE QUE TE CURES!!!... El hombre que iba a Salitral quiere que te cures… El hombre…
Sintió que la piedra se enfriaba en su mano. Finalmente, dejó que lo apartaran del cuerpo, sin escuchar las palabras que le decían, porque interiormente seguía repitiendo la cantinela (“El hombre que iba a Salitral quiere que te cures… El hombre que iba a Salitral quiere que te cures… “).

La vocecita tomó a todos por sorpresa:
- Papá… Papá. ¿Estás ahí, papá?
Corrió a abrazar al niño. A su alrededor comenzaron a escucharse voces y gritos (“¡Milagro, es un milagro!” “La madre, ¡que venga la madre!” “¡Doctor, doctor…!“ “¡Permiso, dejen pasar, dejen pasaaaaar!” “Fue la Virgen, fue la Virgen: yo le recé a la Virgen…”).
- ¿Sabés, papá, que soñé con un hombre viejo, muy viejo, más viejo que el abuelito? Me decía que vos me querías mucho y que yo tenía que volver… ¿De dónde tenía que volver, papá? ¿Dónde me había ido?

En ese mismo momento, Saturniano de la Cruz Choke, curandero de profesión, hijo y nieto de kallawallas, entraba en ese pueblo sin calles llamado Salitral.

Autor:  albertozapala [ 24 Nov 2016, 21:44 ]
Asunto:  Re: EL HOMBRE QUE IBA A SALITRAL - cuento

Excelente amigo Waman, gracias por compartirlo

Autor:  Lumiz [ 25 Nov 2016, 02:41 ]
Asunto:  Re: EL HOMBRE QUE IBA A SALITRAL - cuento

Leerlo y vivirlo
Muy bueno Oscar

Autor:  Tehuelche [ 25 Nov 2016, 08:32 ]
Asunto:  Re: EL HOMBRE QUE IBA A SALITRAL - cuento

Me gustó mucho, gracias, alguna vez llegaré a conocer ésos lugares tan lindos que siempre veo en fotos y videos.......

Autor:  German Grüner [ 25 Nov 2016, 18:22 ]
Asunto:  Re: EL HOMBRE QUE IBA A SALITRAL - cuento

Que bueno, los cuentos de Waman!!
Nunca quedas igual despues de haberlos leido...

Autor:  Pedro_LP [ 25 Nov 2016, 20:49 ]
Asunto:  Re: EL HOMBRE QUE IBA A SALITRAL - cuento

Muy bueno Oscar, como todos los que nos has compartido!!! Realmente es como si uno estuviera en el lugar!
Gracias
Un abrazo

Autor:  Carlos Alberto [ 27 Nov 2016, 13:17 ]
Asunto:  Re: EL HOMBRE QUE IBA A SALITRAL - cuento

Un hacedor de imágenes con sus palabras . Felicitaciones amigo Waman. :grin:

Autor:  marwin [ 28 Nov 2016, 14:21 ]
Asunto:  Re: EL HOMBRE QUE IBA A SALITRAL - cuento

Excelente, se me piantò un lagrimòn!!!!

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