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Mientras las nubes van cubriendo el cielo nocturno de Tilcara, les dejo otro cuento:
CARNAVALEANDO CON UNA E.T.
Como no podía ser de otra manera, el primer Encuentro del Tercer Tipo auténticamente real y fidedigno tenía que ser en Tilcara, y en Carnaval.
Yo venía de nueve días de chupa ininterrumpida (más, si contamos que había arrancado el Jueves de Comadres y desde ahí no había parado…) y a esa altura de la fiesta no sabía ni como me llamaba. Era el Entierro y estaba con los Ahijaditos, metiendo Saratoga en el cuerpo, con algún extra de vino o cerveza.
- ¡Tremenda joda! ¿No?
La voz sonaba chillona y metálica, tanto que se destacaba sobre el infernal sonido de la banda “Los Ases de la Quebrada”.
Bajé la vista y me encontré, nada más ni nada menos, que con un E.T., o mejor dicho: CON UNA E.T., porque debajo del traje intergaláctico había un semerendo par de tetas, tan grandes que harían parecer una flaca escuálida a Fernandina Colque… lo cual es mucho decir. Bajita, bien bajita, mucho más que mi abuela (que apenas llega al metro treinta), con unos ojos enormes en una también enorme cara triangular.
En otras condiciones habría salido corriendo, pero el alcohol me hizo aceptar la situación con una normalidad totalmente normal.
- ¿De dónde venís
- De Wylllnnns Wüüst…
No tenía la más remota idea de dónde quedaba eso, pero agarré a la E.T. y la llevé a bailar.
Baile va, baile viene; chupa va, chupa viene, se hizo la noche: la comparsa rumbeó para el mojón, para quemar al Diablo, pero yo andaba demasiado “alzado” y empecé a llevar a la habitante de ese mundo lejano hacia las oscuridades del Río Grande.
Para mi sorpresa, no sólo no opuso resistencia, sino que al momento de los hechos se portó tan salvajemente que de esa noche no me voy a olvidar en mi vida.
Desperté con el Sol en la cara, la cabeza sobre una piedra y pila de la cintura para abajo: de la E.T., ni rastros. Me vestí como pude: el pantalón estaba tirado en el medio del agua y el boxer perdido quién sabe dónde. Ya era tarde para tomar el turno en “la Muni”, pero siendo después del Carnaval el intendente no me iba a decir nada, además de que si aparecía así y trataba de explicar lo sucedido me iban a encerrar por loco.
Parece mentira, pero ya pasó un año: estoy de nuevo con los “Ahija”, pero hoy es el Desentierro y no llevo tanta chupa encima… todavía.
Una vocecita chillona, metálica y vagamente conocida resuena al lado mío:
- ¡Hola, Raúl! ¿Cómo andás, loco?
Miro asombrado a la enana que me habla.
- Sin el disfraz no me conoces, ¿no? Soy Marisa…
- ¡¿Qué disfraz?!
- El disfraz de E.T. del año pasado: ahora no me lo puse porque la otra vez me recagué de calor.
- ¡¡¡¿Disfraaaz?!!! Pero si me dijiste que eras de Wylllnnns Wüüst…
- ¡Entendiste para la mierda!: te dije que era de Billinghurst, Buenos Aires, ¡pedazo de p……..!
Un abrazo.
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